jueves, 19 de mayo de 2011

ODA






Nadie es la patria.
Ni siquiera el jinete
que, alto en el alba
de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce
por el tiempo, ni los otros
que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América
o dejaron un verso o una hazaña
o la memoria de una vida cabal
en el justo ejercicio de los días.
Nadie es la patria.
Ni siquiera los símbolos.

Nadie es la patria.
Ni siquiera el tiempo
cargado de batallas, de espadas y de éxodos
y de la lenta población de regiones
que lindan con la aurora y el ocaso,
y de rostros que van envejeciendo
en los espejos que se empañan
y de sufridas agonías anónimas
que duran hasta el alba
y de la telaraña de la lluvia
sobre negros jardines.

La patria, amigos,
es un acto perpetuo
como el perpetuo mundo.
(Si el Eterno Espectador dejara de soñarnos
un solo instante, nos fulminaría,
blanco y brusco relámpago,
su olvido).

Nadie es la patria,
pero todos debemos
ser dignos del antiguo juramento
que prestaron aquellos caballeros
de ser lo que ignoraban,
argentinos,
de ser lo que serían por el hecho
de haber jurado en esa vieja casa.
Somos el porvenir de esos varones,
la justificación de aquellos muertos;
nuestro deber es la gloriosa carga
que a nuestra sombra legan esas sombras
que debemos salvar.
Nadie es la patria, pero todo lo somos.
Arda en mi pecho y en el vuestro,
incesante,
ese límpido fuego misterioso.

                                                 Jorge Luis Borges



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...